El café se enfría

Joven dúctil y lejano,
tú no amas sólo sueñas
tú no deseas sólo despiertas
no lo que pace sobre la mesa de ajedrez.
Reina negra de peones blancos,
que se espantan con tu sonrisa,
enturbias la corriente cristalina
de las correspondencias.
El lánguido cuello del caballo
y la noble belleza de la retirada
no esperan a ser pasto de tu contemplación
que se desgaja en nubarrones de moscas
como la torre elevada por el humo del café
que se derrumba entre tus manos.

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