Heredad


Voy a heredar una úlcera
que me hubiese gustado conocer personalmente
es decir lamerla con cuidado de no quebrar
ni regañar su encostrado corazón
cuando empezara a sangrar
el limo amargo juntaría en mis manos
su ración de materia y me enjugaría con ella
el rostro los cabellos y saldría a la noche de las vociferaciones
recién nacido de una herida hija mía
tan puro y esbelto como una espada de grisú

A Juan Arvizu


Y su voz no te daña para soñar con él
Ni para darle a tu vida el tono sucio y gastado
Que ha dejado el tiempo en su belleza
Puesto que él es un hombre pegado a una voz
Y no una voz cubierta por el cuerpo insulso
de un hombre Un legajo de gusanos resentidos
O quizás no te da el espíritu para tan poco
¿Qué sentido pierde su camino dentro de mí
Cuando lo oigo? No podría decir sino oyéndolo
Y aun así pienso que el merecimiento de ello
Es demasiado para ser verdadero ¿Tanto
me miento que dudo hasta de mis apetitos?
Al final sueño que algo bueno se arrastra de mi vértigo
Si nada de lo que sobrevivo parte de mí Entonces
Estar a punto de ser hielo vidrio molido
o devolver lo comido Es tan aparente cual la carne
Que cubre mi deseo con el vendaje de sus venas
Verdes y cenicientas como mi faz tendida
Sobre los alambres de púas
que rodea todo lo que me llena:
espondilus messa
violáceos di
batolitos voce

Fernando Molano

Petición

Si ustedes lo permiten, yo quisiera declarar que
he cruzado por la vida. Y aún me queda.

A veces temo que los hombres seamos sólo una raza
de náufragos perversos, y no exista en la isla el verdadero
amor como no sea el propio (o el de dos, a lo sumo).

Aún así a mí la vida me seduce, y siempre aguardo
a que en cualquier esquina me asalte la bondad de algún extraño.

De mi fragilidad ya ha sacado su provecho este
mundo en que he nacido: no creo amarlo mucho.
Pero adoro sus utopías, en especial las que han
muerto, y no he dejado de soñar el día en que triunfe
alguna revolución de hombres buenos, y pudiera
en ella sentirme a gusto, aun cuando nadie me ame
y yo esté solo.

Pero ocurre que ya me deja el tiempo, como a un
pasajero olvidado en esta pobre estación que es mi
casa y mi país. Y quisiera, al fin y al cabo, si ustedes
lo permiten, preguntar: ¿No sería posible, en lo que
queda, sin que hacia afuera me sigan empujando,
ocupar un lugar en el recinto?

- Bien: puede ya reír el auditorio.



**Poeta del candor del que me gustaría leer más, el texto pertenece a su libro "Todas mis cosas en tus bolsillos" y lo he tomado de aquí:

Blanca Varela (1926-2009)


IX

El amor es como la música,
me devuelve con las manos vacías,
con el tiempo que se enciende de golpe
fuera del paraíso.
Conozco una isla,
mis recuerdos,
y una música futura,
la promesa.

Y voy hacia la muerte que no existe,
que se llama horizonte en mi pecho.
Siempre la eternidad a destiempo.

Noticias del verano


I

La música ha cesado (sonaba donovan)

por la ventana abierta

cabe el mediodía

el silencio de domingo

interrumpido por los perros y

la corneta del heladero

me llenan de angustia

pues tengo faringitis crónica

(con hemoptisis leve)


II

Me gustaría aprender a dibujar

ideogramas chinos que tienen,

me parece, la gracia del vuelo

del colibrí, picaflor, esputo,

putilla, tuctupillín, josemari recalde


III

Ahora que la tinta china

revela mi edad que fluye

en los cauces de la infancia,

el torrente oculto de mi

libertad soñada, me pregunto,

volado de mí, si le agradecí

a Claudita su regalo:

esta pluma fuente


IV

La tinta china

seca más rápido

que mis heridas

y sin antibióticos

ni expectorantes

Gatopiano

"Con el fin de levantar el ánimo de un príncipe italiano agobiado por las preocupaciones de su posición, un músico creó un gato piano para él. El músico seleccionó gatos que tuvieran tonos de maullidos diferentes y los dispuso en jaulas lado a lado, de tal modo que cuando una tecla era presionada, un mecanismo lanzaba un golpe sobre la cola del gato apropiado. El resultado era una melodía de maullidos que se volvían más vigorosos cuando los gatos más se enojaban. Quién podría evitar reírse ante tal música? Así el Príncipe fue curado de su melancolía."

Descrito por Athanasius Kircher, erudito jesuita del siglo XVII en su Musurgia Universalis (1650).