Apéndices





Cuando me encuentro en medio de una reunión rodeado de personas que apenas conozco, no puedo evitar sentir que algunas partes de mi cuerpo sobran. Casi siempre son los brazos. Si estoy sentado o de pie nunca sé cómo disponerlos, no sé si dejarlos en reposo, cayendo a mis costados o cruzarlos sobre mi pecho, medio anudados a la altura de mi exaltado corazón. Me digo: son ellos los que están de más en mi y no yo. Así, para terminar con esta incomoda sensación de no saber qué hacer con ellos, y a fin de darles alguna utilidad, me acerco al mozo, pero, cuando estoy tomando el salmón mis manos lo hacen con tan poca pericia que éste termina en el suelo, dando de degustar al paladar del diablo. Ciertamente el accidente lo atribuyo a la sofistificada presentación del bocadito. El segundo intento de incorporar mis sobrantes brazos a mi cuerpo se da con el mozo de los vinos. Tomo la copa sin titubeos, asegurándola con las dos manos, más éstas, díscolas ya, vierten el líquido granate sobre mi camisa celeste dejándome un lamparón oscuro, cual mancha de beodo incontinente, y todo ante las revoloteantes miradas de tantas personas que apenas conozco.


Imagen tomada de Freaks.

No comments: