Soroche

cuando las palabras nos queman el filo del paladar
nos exceden lastimeramente
entonces notamos su verdadera dimensión
y nos da vértigo —como cuando éramos niños
y mirábamos el cielo para marearnos—
la hazaña de medir nuestra sombra
con la suya derramada
sobre nuestros dedos — aunque
sin celeste babita de por medio
que nos libere de la comezón— ergo
no hay tópico ni circunstancia
que describa tu sed
para calmar una noche de padecimiento

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