Monólogo en hora punta del Turbio Endimión

Voy a seguir sentado todo el viaje, no quiero levantarme.
Así que mire a otro lado, señora estampa de la dolorosa,
porque aquí ni piense en levantar la carpa para usted
y el muñón que tiene por hijo.
Mis huevos hieden, estoy seguro que luego de levantarme
un vaho tibio subirá hasta las narices de los pasajeros,
quienes luego, y muy aristocráticamente, se escarbarán
los sobacos como sucios pájaros fruteros, y un sabor dulzón
parecido al deseo caerá pesadamente como una embarrada pluma
sobre sus lenguas. Saldría volando de este infiernillo,
pero las plantas de mis pies son dos planchas
al rojo vivo por el piso de lata cebado con kerosén,
estoy pegado y mis huevos hieden.

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