Trulo dizque culto se encuentra con Marcial

Entre las baratijas de dudosa procedencia
que se ofrecen en las esquinas del centro,
sobre los listones nacarados del último mármol
que agoniza con más dignidad que un oficinista
atropellado por la vida, rodeados por los vientos
de smock que nos despeinan con más pericia
que la amante de disforzadas maneras te hallé, Marcial,
olvidado tu lomo sobre viejas revistas de moda con mujeres
siempre demasiado vestidas entre zapatos y pastillas,
allí frente a tu amarilla mirada de perro me encuentro
solo y necesitado, sin fe ni devoción resistiendo
con cinco soles la angurria del frágil cogote
por el hambre suspendido, guían mi torcido camino
los bolsillos inflados cual velas sopladas por un tísico hado
que me lleva, con pastosa mano, bajo el puente:
mas allí el prestigio de tu estampa me repliega
me lanza higos y cerbatanas de una antigüedad
que poco me pertenece sin embargo por justa ponderación
te he levantado del suelo a escondidas de tu fiero dueño
y su indigna comparsa que poco bien te hacía
y así nos hemos salvado los dos: tu de la vergüenza
y yo del pastel —al menos por hoy día.—

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