souvenir de medianoche

Le soplo directamente al oído
semillas diente de león a Xysed la-chic
para que mi nombre se derrumbe
cual muro de los lamentos
bajo por su curiosidad espantada
y borro la manchas que dejó el sol
sobre las palmas de sus manos
escucho las crepitaciones
de nuestro deseo que se mosquea
como una fruta podrida
continuo y pretendo cubrirla con retazos
de pieles curtidas a flor de hiel
la memoria de esta agua rompiente
se estrella contra sus muslos
y nos salpica de estrellas meridianas
surco el malecón emplumado
como un sorprendido felino
que se agita por el salto de la noche
y despierta en nosotros
la trémula cercanía
de dos tímidos adolescentes

Laborare stanca (flashback estival)

Mi día está luminoso, el sol cae sobre mi escritorio, sobre unos papeles amontonados que brillan hasta empañar la vista. Con lentes ahumados y crema de broncear sobre mis peludos brazos y piernas aprovecho el resplandor del papel y, claro, de paso espero al gran jefe, leo:

“No tomamos fotos, porque las cámaras no eran necesarias. El cementerio está ubicado en una hondonada entre los contrafuertes andinos, que son cerros apéndices de la cordillera de los andes que penetran el desierto, a mas o menos 15 minutos de mi casa, un poco menos quizá.
Había harta gente, es decir, harta vida, detalle que nos hacía caminar dando saltos y haciendo equilibrio sobre romos nichos y tumbas puntiagudas distribuidas sin orden ni concierto. Como no había un camino definido para los vivos, a veces terminábamos pisando algunos sepulcros improbables para nuestro oscilante desplazamiento, y eso no era lo peor, sino la mirada que te echaba encima el familiar que había ido hasta allí para poner unas velitas y tomarse una chela con su finadito.
También había mucha música, hasta un grupo de música chicha animaba la extraña y calurosa tarde con un concierto sobre un endeble escenario armado a la entrada del camposanto. Como fuimos después de almuerzo, parece que los brindis habían empezado temprano, ya muchas familias se encontraban bailando waynos (huaynos?) bastante festivos. Por eso, lejos del escenario, nos dedicamos a seguir y escuchar a los músicos ambulantes que por todo el cementerio, como abejas recorriendo nerviosas sus vibrantes nichos, buscaban familiares dispuestos a bailar con sus muertos.
Fuera del cementerio, la calle de tierra se encontraba atestada de ambulantes vendiendo velas y flores y, como no, comidas. Los olores de éstas se enredaban entre sí y entre choclos sancochados y frescos quesos, chicharrones de chancho, humitas dulces y saladas, ni bien las vi, infaltables las tanta wawas, me acordé de ti, hasta pensé en comprarte una, pero, como no sabía cuándo iba a verte, desistí de la idea, no vaya a ser que cuando te la dé esté dura y amarga, además estaban asoleadas.
Y esa fue nuestra tarde en el cementerio “La Luz Eterna”, un cementerio muy pobre, la verdad, pero que ayer estaba rebosante de vida y lleno de colores, ya que muchas familias aprovechan el primero de noviembre para darle una limpieza a lo nichos o a las tumbas dejarlas con un montículo de piedras celestes recién pintadas. ”


Oh! acaba de llegar el jefe y yo tengo que ir hasta la imprenta para dejar que los gatos azul ruso me quiten el bronceador con sus pequeñas y ásperas lenguas...

14th Alonzo, the armless dream



for xysed la-chic


Y sudaba
como un jugoso pedazo de bife bebé
que el metabolismo de la niña trapecista
al despertar de su regio seso
agobiada por esa enfermiza manera
que tienen los bárbados de oscuros cabellos
de venerar su indiferencia
se negó por ser más humanitaria que nosotros
los simples y tristes omnívoros
(que comeríamos hasta la suela de sus zapatos!)

Y las miradas dolientes de la multitud
los vecinos notables
de su notable distrito
se agolpaban en mis cicatrices
regodeándose los dedos con mis rosáceas cavidades
o en mis áridos queloides donde se ceba
el más fétido humor humano
repasando sobre mi desarropada
permanencia
la tersa flor de liz
de sus iridiscentes y glaucos ojos
derramados en materia nocturna
marchitándose como el espíritu de los inconstantes
ante las causas febriles

Caminamos a la velocidad de nuestras palabras
Huyendo hacia el mar
Caminamos
Sin sentir el frío
excesivo
de la verguenza.

Lonesome blues

cada vez que recuerdo
te odio
y llegaron los vientos agrios
demorados
por tus manos
culpables de qué hazaña
o derrota
da lo mismo ahora
mi casa mi cuarto mi cama
se van llenando de presentimientos:
pequeñas espinas
desprendidas de tu cuerpo