s/t

Luego de sufrir lo humores del infiernillo de la línea 3, bus en el que vengo al trabajo y, lo peor de todo, sudar como chancho por la cólera que me dio el cuerpo del grandulón que me tapaba la luz y oscurecía más de la cuenta las páginas del libro que venía leyendo colgado del pasamanos, fui invadido por una sensación de vastedad cuasi religiosa cuando, bajando del micro, mi flaco cuerpo se topó con el frío. Sí, aquel maldito frío que nos hace tiritar cuando nuestra piel toca las mojadas sabanas de humedad a la hora de acostarnos. Esta vez pude sentir el frío que se hundía poco a poco en mis huesos y una extraña y placentera sensación me invadió no sólo el cuerpo sino también el ánimo.

Ahora, por la tarde, luego de almorzar di una caminata añorando tener un poco de fifi que fumar. Mientras caminaba de pronto me volvía a copar aquélla extraña sensación de bienestar y vastedad. Caminaba solo y lleno de plenitud (aunque no sé qué clase de plenitud). En algún momento pensé que mi organismo quizás podía liberar dopamina a la hora de la digestión y de ahí esa sensación. Segundos después me reí de esta idea por ridícula y angurrienta.

2 comments:

Anonymous said...

yo tambien estoy casi seguro de que existe una cierta sensualidad en todas esas sensaciones que describes ,a mi por lo menos tambien me pasò con el frio, y presumì mundos inmensos que nuestro tan acomodado modo de pensar todas las cosas oculta, te seguirè leyendo ,muy interesante lo que escribes, abrazo

cmp said...

victor: "mundos inmensos que nuestro tan acomodado modo de pensar todas las cosas oculta", de acuerdo, acostumbrarse a todo no es dormirse...
se agradece tu visita por este remoto lugar