del baúl del guardia civil: un otro ||||||Flashback||||||

El domingo me llamó la chica del poto verde, quería que le dijera en dónde podía conseguir un poco de la verde rama. Le dije que en realidad no sabía, lo que es cierto porque en la horrible no sé dónde. Como le dije aquello, ella me hizo recordar, aunque muy sutilmente, la antiquísima vez que yo estuve en el mismo estado y, además, por esos años, ella sin hijo y con, por lo menos, una centena de kilos menos, me ayudó en mi triste estado. Eso me hizo sentir un poco mezquino porque, si no recuerdo mal, aquella vez tuvimos que ir hasta la casa de una amiga suya que vivía por los quintos infiernos para que nos prestara cinco soles. Conchudamente, yo fui a buscarla sin ningún sol que me alumbrara los bolsillos, lo que, por esa época, era natural a mi condición de estudiante de universidad nacional. Con los cinco soles en el bolsillo de su buzo nos fuimos hacia el locus amenus de los amigos de la virtud de la verde rama, en aquel lugar el altar era una banca del parque, era también la luz amarillenta de un poste que parecía estaba a punto de caer y un árbol a punto de zafar. El humo llama al humo, dijo alguien, y de pronto mi entrañable amiga de los amigos de la virtud etc. encendió un cigarrillo de tabaco. De pronto, cual ligero Hermes, aunque sin pies alados mas bien ruedas oxidadas pero aladas, se aproximó hacia nosotros el amigo de la virtud y etc. que, para la buena suerte de mi angurria, resultó siendo amigo del hermano de mi cara e ineluctable amiga, entonces, así se hizo el comercio de la noche con el día, de ahí que la noche nos costó tres soles menos que en la canícula de la falta de contactos en los bajos fondos que, por esos días, gracias al cielo, mi buena amiga y el hermoso color de su virtud tenía a montones.

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