María Venera, trapecista de mis sueños,
tu imagen se incuba en la caída filial
de la especie y ya no deseo el rezago
de tus manos mas que como purga
para la razón desbocada.
Por eso, me entrego
a los cantos del amor nunca sido,
el tibio hocico del perro que todo lo huele
incluso, a consta, del hediondo papel
que representamos bajo el temblor
de nuestro cuerpo recién iniciado
en los sinuosos caminos.
Demos gracias a los dioscuros del trópico
y al viento de sus metales broncíneos.
(Ciertamente, podría haber humo y más calor aquí
y ser el trópico el que se derrama
como la brisa mi ansiedad que todo lo toca,
pero el sudor en soledad es una cosa
demasiado solemne y engorrosa.)
Dioscuros del trópico
Publicado por
cmp
en
Monday, August 13, 2007
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