Autostop



Si hago autostop en los poemas de los jóvenes
sé que puedo caer en manos de añil solipsista
o de lúbrica sicótica Me pregunto si acaso
haya más que fetos enterrados en estas
carreteras solitarias para dejarme llevar
por El extraño y gentil miedo a mi sombra
que tiembla con quebradizo entusiasmo al
ver en los charcos del camino los espejismos
negados a mi gozo como las mujeres salvadoras
de los amigos que traicioné a mansalva
demasiado tarde para derretirme en el vacío
cuenco de la culpa desenterrada de mis genitales
La arena sibilante pule mis huesos
el fornido paracas me eleva sin esfuerzo
ni malicia sobre las esfumadas autopistas
la mujer barbada habla con mi hijo
textualmente una llamarada azul:
“Yo no soy veleta, hijo, quizás probeta
y si me encamino hacia la cuerda floja
es porque lo que hago a nadie hace daño".

Sitiando Cártago


Adornada de todo lo perecible,
obligada a compartir su piel
más profunda —su laptop—
con su primita, La más dorada. Ella,
que guarda Cierta identidad Aparente
de clase cual un fantasma bajo la garúa
limeña— la Molina en realidad—,
es La entenada inmersa en la corriente
de Lo que fluye sin cauce —los febriles días
de la oficina— y una familia paralela,
incluida La empleada que la iguala
en privilegios. Ella es una constelación
ninguneada por sus ritos pequeños,
sus pares afilados —el que escribe—
y orificios oficiales —que desconozco—
excretadores como emperadores,
empaladores glamorosos,
arlequines carniceros de todo
color, de toda hiel —para los que
la sueñan—, los del apretón,
los de la pálida del todo fugaz —paja
mental—. El cuerpo del humo
es un lobo que me abraza
—sigue paja mental—en París
cual una llamarada pelirroja
de obús en mi desvelo..




** imagen: foto de betty page tomada de alguna web que he olvidado, si alguien conoce fuente (autor) por favor avisar...

Victorialand




" besito en tu ingratitud. "



*imagen: los dedos de charly del influenza, disco que no he escuchado ¿ni necesito escuchar?:
como escapar a tanto apabullante cariño
me abrumas, victoria
me interpelas como a gato
techero
pero ya no tengo pelos
ni uñas
sólo una canción
tu canción
chipi chipi


Ahora que sólo mujeres
muertas me deslumbran
del amor no quiero
mas que el humo
que los días dejan
en mis manos
cual gasa para cubrir
heridas.

Alimentas mi deseo
con aquello que sacia
Tu sed
es un animal cansado
que cebas con la desidia
que guardas para El cuerpo vacío
de la que te alimenta
con humo
le das a su calor
ningún mal
parecido al tuyo.

Quemado
kemado



* foto tomada de aqui: http://ffffound.com/?offset=700&

Lucky (laqui)


El domingo por la tarde tosí y sangré y me asusté y me fui de emergencia al hospital donde me tomaron una placa toráxica y no me pasó nada más que la fiebre que me acompaña como mi desaparecida perra Laqui (lucky), quien me mira desde cualquier lado, quien me espera para hacerme cruzar el puente de cabellos humanos hacia Sirio o Alfa centauro. Laqui, la suertuda de la familia, recogida luego que la atropellaran y la dejaran descuajeringada para toda la vida, su vida, que fueron catorce años bien vividos, puesto que conoció tanto perro por delante como perra por detrás. Naturaleza más libre que ella no he conocido en el mundo animal, que es el que me rodea aquí en la oficina, ínfimo mundo de nebulosa y ruindades. Lucky vivió porque no paraba de comer. Uno le acercaba la cacerola con leche y ella no dejaba ni una gota. Todo lo que pasara por su boca terminaba en su insondable estómago, manía esta que luego de adulta le trajo no pocos sufrimientos. Cuando la recogimos la mantuvimos escondida en el cuarto de mis hermanas, quienes fueron cómplices de mi hermano y este su flaco servidor de cambiarle el destino por uno más humano. Llegó al cuarto, a escondidas de nuestros padres por tres motivos: el primero, no caminaba, el segundo, era la perra más fea del mundo, lo que la hacía adorable y tercero, ya teníamos una perra, Mafalda, y dos gatos, Tomasa y Leporino. Ah, también había un cuarto, del que no sabíamos mucho en ese momento: la escabiosis canina. Mientras la teníamos escondida sólo nos preocupábamos por mantenerla alimentada y mimada. Una vez que nuestros padres aceptaron a Laqui, gracias a la mediación de mi hermana mayor, quien ya se había abocado a formar su propia familia, así que era una adulta hecha y derecha, la llevamos al veterinario para curarla con un tratamiento que, sumado a nuestra dedicación, dio el resultado esperado, eliminamos la escabiosis. Así la suertuda volvió a caminar, descuajeringadamente, es cierto, pero podía moverse a sus anchas, ladrar todo lo que le amenazara y perseguirme para morderme las bastas del pantalón. Jugar con ella era parte de su rehabilitación. Aun recuerdo llegar del infiernillo de mi colegio para ir a jugar con ella. Además de ser suertuda, Laqui era agradecida, pues nunca me mordió en ninguno de nuestros juegos, ni de adulta cuando la torturaba como para que lo hiciera.