Punchauqa


No temas nunca el mar
Que también tiembla
Luis Hernández


Mi falta de entusiasmo por El
sabor de las mujeres de nieve
brilla como el lucero del amanecer
sobre el Huandoy El hombre es la sombra
de un animal que se aburre y tiembla
detrás de azuladas cortinas El displacer
y su oleaje

Apuntes de un oficinista a punto de estallar

Para Betsa

I
Con tu uniforme blanco y tus pasos de niebla
llevas el café más oscuro que la mañana
me ha deparado frente a una silla tan vacía
como mi deseo de agradar


II
Voy siguiendo hasta donde me lleve
el hilo de mi sed El puro café de la tarde
sería el de la azul máquina tragamonedas
sino te hubiera visto sin uniforme ni delantal
detrás de la caja registradora y mi sed
es otra Me sumo a la cola que hay
para pagarte por adelantado Te pido
el café cual la tarde cae con amable
indiferencia Y guardo la correcta
postura que a mi cuerpo le permite
su inflamable timidez Mientras me sirves
sin prisa y con una eficiencia desoladora
observo tus movimientos y las estelas
amarillas que dejan al pasar envueltos
en el ovillo del día a día Ése que
desenvuelves hasta mis planos pies
desta oficina a punto de estallar

De bienaventurados y verduguillos


Se suele decir que hay personas que guardan un reducto interior en donde son ellas mismas, sin imposturas, donde se pueden tender a sus anchas, ya sea boca abajo o boca arriba, para ver las nubes de sus pensamientos pasar sin más sensación que la de una gozosa lejanía; de personas con esta capacidad para ensimismarse se dice que son espirituales. Muchas veces el césped verde y el cielo azulado, donde abandonan el cuerpo, es la música; aunque, personalmente, prefiero estar tumbado sobre una perezosa en una terraza que esté frente al mar y con calaveras y diablitos cual brisa despeinándome los cabellos.
Además, se dice que ese reducto interior necesariamente no es un espacio físicamente solitario y, en realidad, puede estar en cualquier lugar, ya que va con nosotros, está en nosotros. Por ejemplo, cuando las personas espirituales van en las combis y se ubican en el asiento del final, en el que sólo caben tres personas, pero el cobrador embute a cinco, donde todas las ventanas están térmicamente cerradas y a nadie le interesa abrir una porque agradable es sudar entre prójimos, y cuando las temerarias maniobras del chofer hace que el compacto vehículo se escabulla entre camiones y buses jurásicos, con el fin, estoico, de sentir que la horrenda muerte entre fierros retorcidos no sólo está en los noticieros matutinos, pues bien, para olvidarse de todo eso, que les rodea como una danza macabra, las personas espirituales se sumergen en la música de sus mp3 o celulares con mp3.
Allí ellas, que no pueden estirar ni las piernas, recogen su cuerpo y lo abandonan sobre las maceradas aguas de sus reflexiones / pensamientos / recuerdos. Y no sólo eso, hay personas tan etéreas que no sólo les basta con bucear silenciosamente en sus propias profundidades; sino que, alineadas con el universo, emiten hacia la superficie el tarareo de su dicha. Ellas al final del viaje se bajarán bienaventuradas en sus respectivos paraderos donde al verme, con mis mundanales y verduguillos amigos, me donarán sus modernos y pequeños vehículos místicos para acceder a la dicha de vivir en menos etérea y celeste burbuja.

Verdadero manifiesto

"El uso de las representaciones me pertenece de manera inviolable e irrestricta; nadie puede ponerme obstáculos ni obligarme a disponer de él de otro modo que no sea a mi antojo."

Cita del Manual de Epicteto, hecha por Michel Onfray en su libro Cinismos, retrato de los filósofos llamados perros. (pag. 91)


*Se pueden bajar el libro en el siguiente enlace http://www.cuantolibro.com/libro/23045/Cinismos-Retrato-De-Los-Filosofos-Llamados-Perros.html

Lovers twisted hearts


Ya nunca sé lo que soy
pero lo intuyo
y esa intuición la garrapateo
para no perderme
ni perderte
y así quedo fecho
un fantoche de palabras
que no es excusa lo sé
para esta obscena transparencia
que perra de mi sombra
te lame los talones
por eso tomo café
para oscurecer
mi pretendida humanidad
aunque también
para sudar mi trajinado pergamino
que me ha tocado de piel
o simplemente
para despegar mi sombra
agazapada entre tus huesos
que le gusta llorar de nada
asumiendo la culpa de la hazaña
de no pertenecer al verano
y enredar brazos con piernas
hasta ser una tonta e incandescente
figura geométrica que vuela
como una cometa que nos arrastra
sobre bares y arenales
que nos arrastra hasta camas ajenas
donde ambos no lo ignoramos
nos protegemos
de nuestro oscuro apetito

I am a baby in my universe


i am a baby in my universe
i'll live forever

Daniel Johnston

Lo reconozco, soy un chico enfermizo, es más, creo que la adultez a la que me resisto me ha vuelto enfermizo. Si la memoria no me falla, en mis jóvenes años ningún mal me ha afectado tanto como para dejarme postrado en la cama por varios días. Pero ahora, con la llegada de los años, he terminado desarrollando un hipocondría crónica que, al principio, me parecía un amaneramiento excesivo de mi frágil voluntad pero que, viéndolo bien, es mi resistencia a la edad, a la horrorosa idea de ser un adulto. Y eso que me gustaría participar del grupo de personas que a pesar de ser fósiles vivientes mantienen el espíritu de un veinteañero como sostienen algunos dichos populares. Lamentablemente no sé si mi débil voluntad o mi nula imaginación me llevan a considerar esos dichos como una vil superchería, es decir, pura y abstracta literatura. En mi caso, me parece que la única manera concreta que tengo de no sentirme un adulto es a partir de la enfermedad, es decir, convertirme en un hombre desamparado (por la enfermedad), y es que a un hombre así sólo queda dedicarle especiales cuidados como se hace con los niños sanos o enfermos.

A la próxima sigue mi conseja

para la valeriana


A partir de la tarde el tiempo se ramifica
en la oficina atardece así con solitud
e indolencia como los hombros cansados
de mi compañera a quien su corta edad
mantiene insensata pues
no se ha untado bloqueador
cuando bajo el sol serrano
ha rodado junto a su joven amor
sobre los pastizales de obrajillo;
veo la piel roja de su espalda
y pienso en la noche canteña
extendiendo sus raíces
para dar al viento sus flores luminosas

falso manifiesto

Anhelamos que nos lean
a pesar del poco entusiasmo que mostramos
en el revés y en el fondo deseamos
que te ensucies con la de piel que nos queda
si aprendes apreciar las costras de nuestros costados
verás que han florecido para ti —una carnosidad escarlata—
a la lumbre de los sueños que fumamos a escondidas
conocerás de la dedicación usada en apagar
nuestro botón humeante
entre las yemas ensalivadas

Renegar dice


Detesto las multitudes y siempre las detestaré. Creo que mi repudio por los grupos numerosos se remonta a mis años de la secundaria donde aprendí que las humillaciones nunca eran tales mas que cuando venían del gozo de cinco o más compañeros. Supongo que para la mayoría no hay placer en la risa solitaria; por supuesto, mayoría equivocada. Es más, pienso que se debería dejar de usar aquella tendenciosa expresión que echa un velo de sospecha malévola sobre el riente solitario. Para no contradecirme no la reproduciré. En todo caso, la risa intempestiva y sobretodo la risotada de una persona sola siempre será sospechosa de animadversión para el que la escucha, aquel estallido de natural alegría le hará preguntarse si es que acaso el loco ése que se ríe solo no estará riéndose de uno. Y es así que el riente solitario es temido y censurado de refilón por el refrán ese, que no pienso reproducir aquí, casi siempre urdido por algún espíritu suspicaz, un pobre infeliz de los que tanto abundan en las miserables calles de la horrible.
Dicen que tengo una risa baja, aunque nunca entendí y la chica que me lo dijo nunca supo explicarme bien lo que me quería decir. Como sea, me permito completar su pensamiento. Asumo que la chica quería decirme que tenía una risa inmoral. Ciertamente, si es que me reía de discapacitados, de ancianos y jóvenes tullidos por la edad o crueles circunstancias. Lo que nunca le pude decir a la chica en cuestión ni a nadie es que reírme de aquellos deformados por la vida, los tullidos peregrinos, era como reírse de uno mismo, eran mi retorcida manera de expresar mi solidaridad sin pena ni reproches lastimeros. Además, siempre he tenido una risa discreta, jamás, creo yo, mi risa ha terminado en una carcajada vulgar, de esas que incluso abarcan los brazos y, lo peor de todo, las palmadas, cual focas de circo, para manifestarse.

Tópico de cáncer


la poesía me desalienta
y me llena de gases la poesía
también es un lugar común
un vicio vicario que le dicen
y todos saben que no se debe esperar gratificaciones de uno
y menos si te la chupan a escondidas en el baño

el espacio donde cagar mientras se fuma
un cigarrillo con toque de esmeralda
destellante y cóncavo oxidando el pergamino
horneado entre los pegajosos dedos
de un aspirante a polilla —Teillier, predice—
odiador de la luz eléctrica por vocación materna
estrellador como deportista por dejadez
destos brazos que terminan sobrándole
al cuerpo y el que menos
ni sabe qué hacer con ellos
inexpertos en marcar ganado alado
los de elitros de alabastro
lámparas de lujurioso obsceno
la moderación como el talento no se hacen
se cicatrizan y luego uno puede acariciarlo
largamente tal cual haría
con mujeres de vientres suaves
compradas por un espacio de tiempo
completamente mensurado

No sé nada de astronomía

Nunca eran tales
las manías de mi deseo
si acaso las seguí
fue por ir zurciendo
mi camino
al suave dorso
de las mujeres

Nunca eran tales
las estrellas de mi deseo
si acaso las besé
en los lunares
de las mujeres
fue por ir
despidiéndome
del camino

Nunca eran tales
las mujeres de mi camino
si acaso les pagué
fue por la
estrella
que
nadaba
sobre mi deseo

Km 22

En la combi viajo
con el raro privilegio
de ir sentado
a la espalda del chofer

me digo mientras imagino
los amarillos pastizales
fluir por la ventana
en mi camino ya no hay aflicciones
pues viajo al lado de mi deseo

y ello es no desear
como los pastizales
mas que sol lluvia y estrellas