Dizque a modo de bolero culterano

Dorados metales al viento
y palmeras despeinadas,
exuberante imagen
de la avenida de mis sueños,
impregnado ha
su éxtasis diezmado,
manado no de la fuente
mas sí del encubierto
non amado en una bruma
pegajosa cual la quietud
de las aves en sus jaulas,
la in-con-men-su-ra-bi-li-dad
de la celeste bóveda
invádenos siempre
cuando nos dejamos arrastrar
por las ilusas pasiones:
sólo el olor mal
de nuestro origen
de jaula ha de ser.

A DONAR SANGRE PARA LOS HERIDOS POR EL TERREMOTO!!

Una delgada columna de sangre desciende desde una bolsa de polietileno hasta la vena mayor de mi mano. ¿Qué otro corazón la impulsaba antes, qué otro corazón más vigoroso y espléndido que el mío, lento y trémulo? Esta sangre que me reconforta es anónima. Puede ser de cualquiera. Yo voy (o iba) para ser misántropo y no quiero una deuda sospechada en todos los hombres. ¿Cuál es el nombre de mi dador? A ese solo y preciso hombre le debo agradecimiento. Sin embargo, la sangre que está entrando en mi cuerpo me corrige. Habla, sin retórica, de una fraternidad más vasta. dice que viene de parte de todos, que la reciba como un envío de la especie". (José Watanabe)

De la cofradía de la sinhueso

Estrelladita
de porcelana
regocijó
a los gentiles miembros
con sus guiños
de nobleza cejijunta
desde entonces
sus dorados
y frescos muslos
(al aire siempre)
fueron requeridos
—como los cantos tradicionales
y el agua florida—
para todo tipo de evento
en especial
los funerales
donde el responso dado
de manera primordial
con su voz
a tercio pelada
recaía
con lúbrica solemnidad
sobre el blando
y enterrado miembro

Dioscuros del trópico

María Venera, trapecista de mis sueños,
tu imagen se incuba en la caída filial
de la especie y ya no deseo el rezago
de tus manos mas que como purga
para la razón desbocada.

Por eso, me entrego
a los cantos del amor nunca sido,
el tibio hocico del perro que todo lo huele
incluso, a consta, del hediondo papel
que representamos bajo el temblor
de nuestro cuerpo recién iniciado
en los sinuosos caminos.

Demos gracias a los dioscuros del trópico
y al viento de sus metales broncíneos.

(Ciertamente, podría haber humo y más calor aquí
y ser el trópico el que se derrama
como la brisa mi ansiedad que todo lo toca,
pero el sudor en soledad es una cosa
demasiado solemne y engorrosa.)

Alonzo, The Armless

Si me entrego con dedicación al recuerdo
de tus caderas podría medir el tiempo
con las palmas de mis manos
y pasar por el lado de esas muchachas
sin sentir su tibieza decrépita,
pasearía entonces con mi ánimo al tope,
erecto mi espíritu sin mayor oficio
que dejarse arrastrar por el viento de los metales.

Soñar que estoy condenado a la vigilia perenne
puede significar que el insomnio no se hizo para
los débiles de voluntad quienes, sin embargo, reciben
con profunda delectación el espigón rosáceo
de la autoindulgencia, el signo del desdeñado,
el hijo del tormento, leporelo del insomnio
dedicado con especial cultivo a la mujer del prójimo
en especial, aquellas, las de caderas de armonio siglo xvi.

Ahora que el sueño me llena
como el más esperado narcótico,
me doy cuenta de mi natural pudor
de escribir falseando mi espíritu
ante mis estados de ánimo
anclados sobre el papel cebolla
los legajos de un solitario más,
un gran pendejo en el fondo
-perdonen la impudicia