B-l-u-n-e-s (o diskmanstolen blues)

Ya no más
comprar las tres A
ni amueblar
los oscuros rincones
de mi cabeza
con un par
de colchonetas
—una
para cada nalga—.

del baúl del guardia civil: Dos sobrevivientes

divina vanidad...donde me ausento
Martín Adán

—VI—
Mirada fuente
Vislumbrada señal del acaso
Encantadora de relojes
No dejes que estos huesos peregrinos
Escriban su historia
No dejes que esta chispa
Consuma todo el fuego
Eterno leve respiración
palpada
Por débiles estaciones
En la yema de los dedos
Oh dame la señal
El cuerpo
El silencio necesario
Que debo leer
El animal que debo amar
Y luego matar
Úngeme tu inefable cielo
Ahógame como al sol
Sin dejar que la llegada
De la mañana
Haga vibrar las ventanas
Colma de niebla los parques
Asienta el frío
Fondo del mar
Sobre nuestras cabezas
Sobre nuestras mujeres
vírgenes
Y sus amantes
Como débiles luminarias
A la deriva
Elogia este himno insepulto
Este muerto
Insoluble música de cámara
Como brisa
Que mueve las cortinas
El lento mecanismo
De la herrumbre
Incólume torbellino
De máscaras


—VII—

(Y pudiera seguir
Esta batalla
Perdida fetiche mecánico
De la naturaleza
Esta forma de vivir
La muerte
Urbana manera de odiar
El cuerpo
Y sus jardines colgantes
Islas y costillas
De los calendarios
Antiguos símbolos del amor
Mesiánico
Nombres futuros
De los océanos
Sobre los que pace
El silencio
Y el mediodía
Declinante
Como una novia
En el altar)



Lima, otoño de 1999

del baúl del guardia civil: un otro ||||||Flashback||||||

El domingo me llamó la chica del poto verde, quería que le dijera en dónde podía conseguir un poco de la verde rama. Le dije que en realidad no sabía, lo que es cierto porque en la horrible no sé dónde. Como le dije aquello, ella me hizo recordar, aunque muy sutilmente, la antiquísima vez que yo estuve en el mismo estado y, además, por esos años, ella sin hijo y con, por lo menos, una centena de kilos menos, me ayudó en mi triste estado. Eso me hizo sentir un poco mezquino porque, si no recuerdo mal, aquella vez tuvimos que ir hasta la casa de una amiga suya que vivía por los quintos infiernos para que nos prestara cinco soles. Conchudamente, yo fui a buscarla sin ningún sol que me alumbrara los bolsillos, lo que, por esa época, era natural a mi condición de estudiante de universidad nacional. Con los cinco soles en el bolsillo de su buzo nos fuimos hacia el locus amenus de los amigos de la virtud de la verde rama, en aquel lugar el altar era una banca del parque, era también la luz amarillenta de un poste que parecía estaba a punto de caer y un árbol a punto de zafar. El humo llama al humo, dijo alguien, y de pronto mi entrañable amiga de los amigos de la virtud etc. encendió un cigarrillo de tabaco. De pronto, cual ligero Hermes, aunque sin pies alados mas bien ruedas oxidadas pero aladas, se aproximó hacia nosotros el amigo de la virtud y etc. que, para la buena suerte de mi angurria, resultó siendo amigo del hermano de mi cara e ineluctable amiga, entonces, así se hizo el comercio de la noche con el día, de ahí que la noche nos costó tres soles menos que en la canícula de la falta de contactos en los bajos fondos que, por esos días, gracias al cielo, mi buena amiga y el hermoso color de su virtud tenía a montones.

That kind of pity

Añejo fósil
es la palabra
que en silencio abre
su cuerpo pasadizo
sobre acuoso papel periódico
que rápidamente maravilla
al ojo de uva
con su jugo de reflejos
y pregunta
a quién sostiene
el cielo de cartulina
que no hace juego
con estas líneas
de cocaína?
por eso
la proximidad
de tu permeable
juventud, niño de las estrellas
suena como la perdularia
canción
humedecida
por los bajos
vientres
de los sibaritas
que nos coje
desde nuestra
vulnerabilidad
exprimida
encarnada
en una palabra
por
lo
mismo
silenciada